Se trata de un fascinante sistema detectado alrededor de una pequeña estrella ultrafría, la Trappist-1, situada a «únicamente» 40 años luz de nuestro planeta.
El hallazgo representa el terreno más prometedor hasta la fecha para analizar si hay vida más allá del Sistema Solar, dicen científicos.
«Hemos dado con el buen blanco» para buscar la eventual presencia de vida en los exoplanetas -fuera del Sistema Solar- declaró Amaury Triaud, coautor del estudio publicado este miércoles por la revista Nature.
Los siete planetas tienen un tamaño y una masa similares a las de nuestro planeta, casi seguro son rocosos, y tres de ellos están situados idóneamente para albergar océanos de agua líquida.
Para los científicos, su proximidad a la Tierra y la penumbra de su estrella enana roja representan unas ventajas cruciales para analizar su atmósfera y buscar las combinaciones químicas indicadoras de una eventual actividad biológica.
«Hasta ahora, no teníamos los planetas adecuados para saber» si hay vida más allá de nuestro Sistema Solar, dijo en rueda de prensa Triaud, de la Universidad de Cambridge.
El sistema Trappist-1 no solo es -entre los conocidos hasta ahora – el que tiene el mayor número de planetas del tamaño de la Tierra que orbitan alrededor de una sola estrella, sino que en él abundan las zonas temperadas, es decir, donde no hace tanto calor como para que se evapore el agua, ni tanto frío como para que esta se solidifique.
A la vez, el hallazgo supone un nuevo indicio de que la Vía Láctea puede albergar miles de millones de mundos de tipo terrestre.
Sorprendentemente, los científicos podrían haber estado buscando en el lugar equivocado, según los últimos hallazgos.
«Fue una buena idea estudiar alrededor de las estrellas más pequeñas de nuestra galaxia y cercanas a nosotros», dijo el autor principal, Michael Gillon, profesor de la Universidad de Lieja, en Bélgica.
«Esto es algo que nadie hizo antes: la mayoría de astrónomos se habían concentrado hasta ahora en estrellas como nuestro Sol», añadió.
Gillon y su equipo empezaron a rastrear la Trappist 1 -con una masa que representa menos del 10% de la del Sol- en 2010 y cinco años después indicaron haber hallado tres planetas en su órbita gracias al pequeño telescopio Trappist del Observatorio Europeo Espacial, basado en Chile.
Los detectaron utilizando el método de «tránsito»: cuando un cuerpo que sigue una órbita pasa entre una estrella y el telescopio de un astrónomo, la luz estelar se atenúa de una forma cuantificable.
Pero entonces se dieron cuenta de que los cálculos no cuadraban, por lo que pidieron emplear el telescopio espacial Spitzer de la NASA, afirmó Emmanuel Jehin, coautor del estudio, también de la Universidad de Lieja.
«Esto nos permitió periodos de observación durante las 24 horas, lo cual fue crucial para descubrir que había siete planetas».
Desde la Tierra, los astrónomos solo podían rastrear la actividad alrededor de la estrella durante la noche, mientras que desde el espacio, «observamos continuamente», agregó.
Estos planetas giran alrededor de la estrella enana roja en entre 1,5 y 12 días, ya que están mucho más cerca de ella que la Tierra del Sol.
Gillon y su equipo empezaron a analizar la atmósfera de cada planeta. «Hay al menos una combinación de moléculas» y «si (esta) estuviera presente de forma relativamente abundante, esto nos indicaría con un 99% de fiabilidad que hay vida», dijo este científico.
«Pero a no ser que detectemos un mensaje procedente de una forma de inteligencia de fuera de nuestro sistema solar, nunca estaremos 100% seguros», según Gillon.